lunes, 10 de enero de 2011

"la autora" ya no está: se fue al mundo del revés para observarnos desde arriba de un jacarandá

"apaguense las nuevas luces del viejo Varieté...por la atención les damos gracias, que cierren el telón, que bajen luz de escena, aquí hay alma en pena. Hasta la próxima función"
(María Elena Walsh - febrero 1, 1930-enero 10, 2011-)


Mis niñas,

¿recuerdan todas las veces que imaginamos a la reina batata sentada en su trono de lata y las que le dibujaron a la mona Jacinta que se ha puesto una cinta porque quiere ser reina? ¿ o cuántas veces fuimos juntas a París para verle a Manuelita ya sin arrugas o viajamos en cuatrimotor vistiendo el mameluco de Osías?

¿Recuerdan las veces que nos reímos cuando la gaviota pescó al salchicha como un camarón? Y tu, mi niña, repetías que el que se vaya a la playa desconfíe de un viaje en avión para después jugar a buscar a la manteca tras de una tostada a la hora de tomar el te en tetera de porcelana cuidando que la nariz no se te caiga adentro de la taza?

Y "yo no sé por qué", pero ella tenía esa magia de hacer que se la oiga sin importar que ya no tenías añoymedio, o tres; o que ya llegabas a los diez cuando tu hermana ya había cumplido las quince. Y que, incluso más de una vez cantamos a coro, en Quito, junto a tus abuelos "había una vez un brujito en Bulubú", en honor al abuelo-doctor que manejaba al ritmo de esa canción.

Y así como ambas crecieron con las canciones de ella, yo crecí con ustedes al ritmo del mono liso, con coraje y con valor, ese que ambas me infundían y me infunden, haciendo caso omiso a ese "tenemos miedo de andar a tientas" y mutuamente diciéndonos "Animo nos daremos a cada paso, animo compartiendo la sed y el vaso" con la energía que tenía la naranja que iba de la sala al comedor diciendo "no me tires con cuchillo, tírame con tenedor" como en el reino del revés donde los gatos dicen yes... "vamos a ver como es" que crecimos las tres y todavía hay momentos en que nos encontramos en ese tiempo en que un año dura un mes.

Y hoy vengo a contarles con tristeza que ella ya no está, por lo menos en su país, el que se parece al mío porque tiene la esperanza interminable y donde el idioma de infancia es un secreto entre los dos, entre élla y él o entre el mío y yo. Se fue, dicen, al reino del revés, y dicen también que va montada en caballos de ajedrez.

Me refiero a ella, la que nos contó todos esos cuentos, la que se imaginó todas esas canciones para quedarse en nuestro imaginario y en nuestros corazones, en los de otros niños, de otras madres, de millones de nietos, incluso en los de aquellos a los que aun les buscan sus abuelos, acompañados de sus canciones, las de ella, en ese país en el que "la autora se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un país jardín de infantes", en el que "la autora está muy cansada...por compartir el peso de la frustración generalizada, porque es célula de todo un organismo social y no aislada partícula, porque más que la imagen del país en el exterior le importa y duele el cuerpo de ese país por dentro. Y porque no es una revolucionaria, pero está muy cansada, no se exilia sino que se va a llorar sentada en el cordón de la vereda con un único consuelo, el de los zonzos" y que dice que "todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro. Pataleamos y lloramos hasta formar un inmenso río de mocos que va a dar a la mar de lágrimas y sangre que supimos conseguir en esta castigadora tierra"
Y porque eso le dolió siempre con la misma intensidad que amo contar canciones y cantarlas, es que decidió irse en el verano cuando las flores celestes se hacen presentes para reírse con las cosquillas que le hace ahora el viento a ella y no al jacarandá...

Recordémosla, mis niñas, en sus canciones y poemas, en sus historias...en su voz.

Muchos besos para ambas,

mamá

(mi homenaje a María Elena Walsh)


Serenata para la tierra de uno

Porque me duele si me quedo

pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala

y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia

es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías

y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra,

para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

La Pena De Muerte

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas

Canción del caminante

Porque el camino es árido y desalienta.

Porque tenemos miedo de andar a tientas
Porque esperando a solas poco se alcanza
Valen mas los temores que una esperanza

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Si por delicadeza perdí mi vida
Quiero ganar la tuya por decidida.
Porque el silencio es cruel peligroso el viaje
Yo te doy mi canción tu me das coraje.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Animo nos daremos a cada paso
Animo compartiendo la sed y el vaso
Animo que aunque hayamos envejecido
Siempre el dolor parece recién nacido.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.

Porque la vida es poca la muerte mucha
Porque no hay guerra pero sigue la lucha
Siempre nos separaron los que dominan
Pero sabemos que hoy eso se termina.

Dame la mano y vamos ya,
dame la mano y vamos ya.


Como la cigarra

Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aqui
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez,
y volví cantando.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.


Orquesta De Señoritas

En sus mármoles y sus bronces
parecía la Chacarita
aquel viejo café del Once
con orquesta de señoritas.

Allá íbamos muchas tardes
una barra de juvenilia
a escucharlas desde el oscuro
reservado para familias.

En su palco las señoritas
repetían con todo esmero
pasodobles y rancheritas
que no daban para el puchero.

Eran rubias, llevaban flores
en el pelo y en la cintura.
Se movían como muñecas
con tristísima compostura.

Nadie supo de qué naufragio
las salvaba el conservatorio
para así ganarse la vida
de lloronas en un velorio.

Una noche se hicieron humo
de su palco descolorido
y tomaron, violín en bolsa,
un tranvía para el olvido.


Canción De Cuna Para Un Gobernante

Duerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante.

América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre.

Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes.

Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel.

Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses.

Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas, pretenden panes.

Gritan junto a tu cuna.
No te levantes aunque su grito diga: «Oíd, mortales».

Duermete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables.

Que ya te están velando los estudiantes
y los lirios del campo no tienen hambre.

Y el lucero trabaja para la cárcel.



Balada Del Tiempo Perdido

“Yo dormía pero mi corazón velaba…”
Cantares

Como a sus vanas hojas
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.


"Una noche, cuando están cada uno guardado en su silencio, suena de pronto un piano y se estremecen porque no es sonido de victrola, es un piano real tocado por dedos humanos, para colmo dedos virtuosos. Es el Estudio No 12 en do menor opus 10 de Chopin, dice Laura que para algo es mayor. María aprovecha el trance catatónico en que todos se han sumido y escapa a la calle para averiguar la procedencia del hechizo, el manantial en el páramo. Corre, da vuelta la esquina porque intuye que hay una cosa que nadie puede recuperar jamás: el no haber escapado de su casa (Miguel Hernández) y cree cuerpear distancias y peripecias, pero apenas ha dado vuelta a la esquina cuando llega a destino. Una casa hasta ayer deshabitada, de donde mana el río sonor y supone que una pianola loca se ha puesto a tocar sola o que un fantasma regresa del mundo de los abuelos muertos, porque nadie les comentó la mudanza de nuevos vecinos. Se desploma en el umbral mientras el Estudio recomienza una y otra vez, como un río, sí, pero un río de ida y vuelta, y al fin se disuelve en una escala y se funde con el silencio. María pasa largo rato fuera del tiempo hasta que imoniendo la curiosidad sobre la timidez o el temor, da tres fuertes golpes con el llamador de bronce, haciendo temblar la puerta destartalada.
Un aparecido poco más alto que ella le abre, portador de un farol que lo maquilla de sombras adustas que no pueden borrarle una sonrisa, Dios mío, una primera sonrisa como no vio jamás en un chico desconocido, y María se queda paralizada y muda y entonces el chico se señala y dice su nombre, algo así como Bodo. Ella a la vez se lleva el dedo al pecho y dice María, y el muchacho repite su nombre y con un ademán de gnomo le invita a entrar y no finge aires de sheriff ni torvedades de malevo precoz para impresionarla, y está vestido como los chicos de algunos libros o figurines viejos: pantalones demasiado cortos para su pubertad, botines que le recuerdan a los de Bernabó Dino, igual que la cabeza semirrapada, pero es justamente su contrafigura, no va a dar un topetazo ni un puntapié, le tiende la mano formalmente y no deja de reír y hablar en su indescifrable esperanto. Avanzan por el zaguán de paredes carcomidas donde asoman musgos y yuyos, arriban a una sala desnuda, amoblada sólo por una balumba de cajas, baúles, viruta de embalaje, maletas, ropas, restos de comida sobre papeles de diario.

De espaldas, sentado a un piano vertical, un hombre se vuelve y también saluda, como si la esperara; Bodo le explica algo ¿qué le explica? Es un hombre viejísimo, cubierto de arrugas, quizás un náufrago que ha pasado mucho tiempo en el agua aferrado al piano en medio del oleaje. Con un poco de esfuerzo puede parecerse a Leopoldo Stokowsky en "Cien Hombres y una Muchacha" aunque no vista el frac indispensable para la música clásica, sino un pantalón arratonado, con los tiradores flojos sobre una camisa indefinida. ¡Europa no nos manda a sus príncipes! El hombre le da la mano, se señala a sí mismo y dice professore, y para confirmar el título acaricia el teclado. María lo mira mejor y repara en que se va desarrugando o no es tan viejo, piensa que después de una imaginable odisea, pronto va a recuperar la tersura, no es posible que se aje como su padre. El professore y Bodo le hacen señas para que se acomode y María se sienta sobre un baúl en cuyas etiquetas procura descrifrar toponimias aprendidas en la filatelia, recupera su habilidad para jugar al oficio mudo, tan bien como con la familia checoeslovaca, esos Miroslav que se fueron al campo. Le cuenta avergonzada que no sabe tocar el piano y le calla que su hermana es casi una profesora como él, pero cuando irrumpe un Bodo bis se arrepiente de su mezquindad"

(de "Novios de Antaño")