jueves, 30 de abril de 2009

cristián warnken, hoy: ¡méxico, muerte!

transcribo la columna del jueves de Cristián Warnken que publica El Mercurio. Un jueves más, leer a Warnken es el mejor inicio del día:

Cristián Warnken
Jueves 30 de Abril de 2009


¡México, Muerte!

A medida que aumentan las cifras de contagiados y muertos, y mientras camino por las calles de Santiago, pienso en Ciudad de México. Siento a Ciudad de México, y si cierro los ojos, la Alameda puede continuar en la avenida Insurgentes, en uno de sus interminables kilómetros, arrebolados por una primavera incierta. "Mis pasos en esta calle/ resuenan en otra calle/ donde/ oigo mis pasos/ pasar en esta calle/donde sólo es real la niebla". Es la voz de Octavio Paz la que susurra y se pasea por las calles vacías.

Pero también oigo los pasos de otro: un joven taciturno y lleno de poético rencor y talento, Roberto Bolaño, un fantasma más real que todos los vivos, porque en México no hay esa separación tajante que nosotros hacemos entre los vivos y los muertos. Quien ha despertado en Ciudad de México un día y ha sentido la luz que baña sus parques y se derrama sobre sus piedras milenarias, quien ha vagado en sus noches con una delgada fiebre pegada al cuerpo y el sabor de un tequila puro en el paladar, sabe que una peste invisible se adhiere para siempre al que ama esa ciudad y ha dejado descender su alma hasta las profundidades del Zócalo.

Que lo diga Eduardo Anguita, que nunca viajó, que detestó los aviones y que se encontró a sí mismo (como quien ve a su propio doble) vagando por esas calles peligrosas y dulces. El flamante agregado cultural de Chile en la década de los 50, pálido y víctima de un ataque de pánico casi metafísico, escribió uno de los más bellos sonetos que nadie le haya dedicado a esa madre chingada, a esa ciudad virgen y vieja a la vez: "Yo desperté una noche enflaquecido/ y más desnudo aún de lo que estaba./ ¡Qué vigilia feroz me despojaba /de todo mi pasado y mi vivido!". El extranjero, vaciado de todo lo que era antes, siente que ha sido bautizado con el aire enrarecido de una ciudad milagrosa.

¿Qué es lo que nos desnuda así, cada vez que volvemos a caminar por las calles de México D. F.? Responde Anguita: "¡Ay, con dolor antiguo lo sé ahora! No lo pregunto más: ¡México, Muerte!".

Andan diciendo por ahí que la Muerte se pasea por Ciudad de México como madre por su casa. La quieren declarar en cuarentena, clausurar, estigmatizar como la aldea de la peste. Pero Ella ya ha pasado por esto tantas veces, por la prueba del fuego y del exterminio. Ella ha cruzado las aguas de la corrupción y la tragedia. Y sigue ahí, espléndida como la Virgen de Guadalupe, su patrona, invitando a las cíclicas muerte y resurrección de siempre. Allí los vivos usan mascarillas y los muertos respiran.

Mientras escribo esto, la emoción se me sube a la cabeza. A tientas, como un ciego, vuelvo a caminar y perderme por el bosque de Chapultepec... De pronto estoy junto a los añosos árboles del Paseo de la Reforma, después busco en Coyoacán, paso cerca de la casa donde estuvo Jack Kerouac en los años en que se enamoró de Tristessa, la prostituta católica que le enseñó la pureza. Es el mismo barrio donde anduvieron Hernán Cortés y Malinche, en los comienzos. Sé que puedo cruzar una esquina cualquiera y volver a encontrarme con mi inolvidable amiga Bárbara Délano, que estará ahí, como si no hubiese muerto nunca, esperándome para ser mi guía en los laberintos de la soledad. Iremos a conversar a los bares que sólo ella conoce, y a hablar de los poetas mexicanos que sólo ella recita de memoria. Me sacaré la mascarilla y le diré: "¡Qué vacía está la ciudad, Bárbara...! ¡Qué desastre!". Pero ella reirá, me agarrará del brazo, y, burlándose del pánico puritano a la muerte, me besará en la mejilla y yo besaré su mejilla afiebrada de muchacha muerta.

Entonces lo sabré: no se sana uno nunca de la muerte ni de la vida. No se sana uno nunca del amor a Ciudad de México. Y no hay que huir, sino regresar siempre a la ciudad sagrada.



2 comentarios:

La Maga dijo...

"no se sana uno nunca de la muerte ni de la vida. No se sana uno nunca del amor a Ciudad de México. Y no hay que huir, sino regresar siempre a la ciudad sagrada"Me encantó eso :)

Es mejor respirar la ciudad amada un ínfimo segundo a intoxicarse en la eternidad de una impuesta..

un beso
es un gusto leer este blog :)

maría cristina dijo...

Quería agradecerte tenes un blog muy lindo, instructivo y cálido. Saqué de aquí las palabras de Zitarrosa Hago Falta.

Y escuché la música que tenés mientras hacía otras cosas en la compu. Es muy linda. Te puse como enlace en mi blog.
Soy de Argentina. Saludos