miércoles, 4 de marzo de 2009

las bicicletas no cumplen años ¿o sí?

Al poco de llegar a Chile me conseguí una bicicleta prestada, era una aro 28 color verde, con su asiento de cuero original y la tuve por un buen tiempo. Finalmente, había llegado a una ciudad en la que lo que me había enseñado mi madre cuando pequeña era posible, las bicicletas eran para circular por las ciudades, aun cuando la infancia y adolescencia, junto a mis hermanos, primos y vecinos nos la pasamos en bici, pero nos circunscribíamos al barrio y un poco más allá únicamente. Quito no era una ciudad para pedalear, es lo que pensaba, por sus pronunciadas subidas. 

El Tata y la Nona, mis suegros, me querían regalar una bicicleta por mi cumpleaños. Con el Tata quedamos que el primer lunes después de las vacaciones íbamos a ver una. Esto era en esa época de las protestas contra la dictadura pinochetista, las que habían comenzado cerca de dos años antes.



Al llegar el día anterior del Sur, donde habíamos pasado las vacaciones, nos encontramos con la inquietud por los reiterados temblores de las últimas semanas. Mi niña recién había cumplido dos años; cuando empezó a temblar le daba gelatina y le contaba algún cuento, el temblor no interrumpió el cuento ni el postre, pero sí las palabras no tan tranquilas de él alertándome "va en aumento, parece que esto va para terremoto, mejor salgamos". Teníamos un transformador eléctrico afuera del departamento de primer piso.

El la tomó en sus brazos y salimos. Caminamos tranquilos y a medida que pasábamos atrás de nosotros caían las macetas de algún piso superior. El único sitio en el que no había cables ni árboles era en la mitad de la calle y ahí nos quedamos. El movimiento era tan fuerte que tuvimos que apoyarnos el uno en el otro para no perder el equilibrio. Era la primera vez que sentía temblar la tierra de esa manera, la primera también que entendía lo que era ese "crujir" de la tierra.

A unos pocos metros un hombre mayor en una silla de ruedas se desfiguraba tratando de gritar con un rostro que no respondía al movimiento y la que le acompañaba gritaba descontrolada. La vecina del quinto piso apareció en la entrada del edificio y gritó el nombre de su hija, no pasaron ni dos minutos cuando desde la ventana de su piso volvía a gritar lo mismo mientras la pequeña corría de la mano de su abuela hacia el lado contrario. Mucha gente corría de un lado al otro dando gritos, llorando, implorando. En la mitad de la calle, entre los edificios, por todas partes la confusión reinaba.


~Terremoto del '85 (click en la imagen) - TVN

Cuando dejó de temblar volvimos al departamento despacio. Era ese desconocimiento del miedo, supongo, el que felizmente no se hacía presente, una vez más. Cuando entramos, el piso de la sala estaba cubierto de libros, con el movimiento las estanterías que eran de madera y metal cayeron. Le sentamos a la pequeña en su silla y terminamos de darle la gelatina para no infundirle miedo. Después nos dedicamos recoger los libros. La tarea no era difícil, pero si desagradable porque con el movimiento salieron, de nadie sabe donde, todas las arañas imaginables y se paseaban entre los libros como si fuera su casa.

Esa tarde del domingo 3 de marzo de 1985, a las 8 y 45 de la tarde, cuando era el último día de vacaciones, Santiago perdió el equilibrio, su gente la calma y el miedo se instaló entre sus habitantes. Finalmente, cuando pudimos comunicarnos con mis suegros, el Tata me recordó que al siguiente día íbamos a buscar una bici.

Fuimos a la calle San Diego por la mañana; los titulares de los periódicos eran elocuentes: Fuerte sismo de 7,7 grados de la Escala Richter sacude a Santiago

Un sismo con epicentro al sur de la V Región, sacudió la zona central del país, donde llegó a una intensidad de 7,7 grados en la Escala de Richter. Como consecuencia, hubo 77 muertos, 2.575 heridos, 142.489 viviendas destruidas y cerca de un millón de damnificados.



Entramos directamente en una distribuidora de Aprilia. Lo que vimos en ese ese sector impresionaba, casas cuarteadas, algunas inclinadas y paredes en las que se veían el adobe medio caído. Se hacía evidente lo endeble de la construcción de muchas casas de esa zona antigua del centro, el deterioro, el abandono y la pobreza oculta. Ya en la tienda, las bicicletas pendían de unos tubos y cuando elegí una de color rojo tirando a burdeos, igual a la primera bicicleta que tuve a los cinco años, vino una réplica grado cinco que hizo que las bicicletas se balancearan y se deslizaran en el tubo mientras el sonido al chocar entre ellas se confudía con ese sonido que emitía la tierra. Los empleados de la tienda salieron corriendo a la calle y no sé por qué nosotros nos quedamos contemplando como bailaban las bicicletas. Se deben haber sorprendido por estos, seguramente los únicos en todo Santiago, inusuales compradores de bicicletas post-terremoto. Desde entonces sé que esta bicicleta "mi bici" de paseo aro 28, me da suerte y es segura (si se la cuida y se le hace mantenimiento); excepto porque algunas veces cierta muchachita se la lleva. Y aún ahora, cuando cumplió 24 años puedo llegar en ella a cualquier parte.


mi bici , originally uploaded by dibufoto.





2 comentarios:

Renattus ® dijo...

Si, las bicis cumplen años. Y las dueñas también, así que FELIZ CUMPLEAÑOS!!!!!!!!

Waiting for Godot dijo...

Me gustan las cosas que no solo van ligadas a la historia de uno sino a la historia de todos. Besos.