sábado, 13 de diciembre de 2008

platero y yo (elegía andaluza): sentimiento primario

cuando la vida con sus vericuetos que propician la confusión se interpone contrariando ese sentimiento en el que confluyen, por vez primera, lo bello con la esencia misma del ser en un cúmulo de las coincidencias mas elementales, en el mismo fin del mundo, sentimiento que aviva los sentidos, las alegrías y la fuerza en el encuentro con un otro con quien se comulga en la sincronía de códigos, con un mismo lenguaje sin notar que es distinto el acento, en ver muchas cosas de la vida semejantes, en el compartir el desarraigo; cuando ese encuentro hace salir ese sentimiento profundo y enraizado que viene de lo más hondo del alma y que confluye, además, con el sentir de esa música, esos sonidos, esas voces y jadeos...cuando la vida hace una zancadilla que conduce al vacío que hiere al sentimiento...entonces, se regresa a la palabra primaria buscándo consuelo, a la más básica, a la que fue en la infancia, aquella, la que se supo por el hablar con los padres, la que fue motivo de dibujo y de tantas tardes, tantas, grabadas en el recuerdo con la imagen vívida de ese libro gastado, de páginas amarillentas, pasadas tantas y tantas veces y que hasta ahora está en ese mismo cajón de la madre; es entonces cuando lo único que queda es volver, anteponiendo el yo que se refugia en el silencio buscando respuestas y calma, al mismo Platero de siempre...

F.

PLATERO Y YO

“a la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles”

PLATERO

Platero es un burro pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña ... pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tiene acero ...

-Tiene acero. Acero y plata de luna al mismo tiempo.


EL LOCO

Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero.

Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente:

-¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!

... Delante está el campo, ya verde.

Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos -¡tan lejos de mis oídos!- se abren noblemente, recibiendo en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sin fin, del horizonte... Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos:

-¡El lo ... co! ¡ El lo ... co!




JUEGOS DEL ANOCHECER

Cuando, en el crepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por la obscuridad morada de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres juegan a asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se echa un saco a la cabeza, otro dice que no ve, otro se hace el cojo...

Después, en ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado algo de comer, se
creen unos príncipes:

-Mi padre tiene un reloj de plata.
-Y el mío un caballo.
-Y el mío una escopeta.

Reloj que levantará a la madrugada, escopeta que no matará el hambre, caballo que llevará a la miseria...

El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña, con voz débil, hilo de cristal acuoso en la sombra, canta entonadamente, cual una princesa:

Yo soy la viudita
Del Conde de Oré...

... ¡Sí, sí! ¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno.

-Vamos, Platero...


EL PAN

Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad? No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno -¡oh sol moreno!- como la blanda corteza.

A mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a humear y a oler a pino y a pan calentito. A todo el pueblo se le abre la boca. Es como una gran boca que come un gran pan. El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan. También solo, como la esperanza, o con una ilusión...

Los panaderos llegan trotando en sus caballos, se paran en cada puerta entornada, tocan las palmas y gritan: "¡El panaderooo!"... Se oye el duro ruido tierno de los cuarterones que, al caer en los canastos que brazos desnudos levantan, chocan con los bollos, de las hogazas con las roscas...

Y los niños pobres llaman, al punto, a las campanillas de las cancelas o a los picaportes de los portones, y lloran largamente hacia adentro: ¡Un poquiiito de
paaan!...


LA ARRULLADORA

La chiquilla del carbonero, bonita y sucia cual una moneda, bruñidos los negros ojos y reventando sangre los labios prietos entre la tizne, está a la puerta de la choza, sentada en una teja, durmiendo al hermanito.

Vibra la hora de mayo, ardiente y clara como un sol por dentro. En la paz brillante, se oye el hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa, la alegría del viento del mar en la maraña de los eucaliptos.

Sentida y dulce, la carbonera canta:


Mi niño se va a dormir
en gracia de la Pastora ...
Pausa. El viento en las copas ...


... y por dormirse mi niño,
se duerme la arrulladora ...

El viento ... Platero, que anda, manso, entre los pinos quemados, se llega, poco a poco.... Luego se echa en la tierra tosca y, a la larga copla de madre, se adormila, igual que un niño.


Andrés Segovia "La Arrulladora" de Mario Castelnuovo-Tedesco (Guitarra y lectura-narración e imagen)


ESCALOFRÍO

La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura. En los prados soñolientos se ven, vagamente, no sé qué cabras negras, entre las zarzamoras.... Alguien se esconde, tácito, a nuestro pasar.... Sobre el vallado, un almendro inmenso, níveo de flor y de luna, revuelta la copa con una nube blanca, cobija el camino asaeteado de estrellas de marzo... Un olor penetrante a naranjas ... humedad y silencio... La cañada de las brujas....

-¡Platero, qué ... frío!

Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote...

Y trota Platero, cuesta arriba, encogida la grupa cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la tibieza suave del pueblo que se acerca ...


EL ALBA

En las lentas madrugadas de invierno, cuando los gallos alertos ven las primeras rosas del alba y las saludan galantes, Platero, harto de dormir, rebuzna largamente. ¡Cuán dulce su lejano despertar, en la luz celeste que entra por las rendijas de la alcoba! Yo, deseoso también del día, pienso en el sol desde mi lecho mullido.

Y pienso en lo que habría sido del pobre Platero, si en vez de caer en mis manos de poeta hubiese caído en las de uno de esos carboneros que van, todavía de noche, por la dura escarcha de los caminos solitarios, a robar los pinos de los montes, o en las de uno de esos gitanos astrosos que pintan los burros y les dan arsénico y les ponen alfileres en las orejas para que no se les caigan.

Platero rebuzna de nuevo. ¿Sabrá que pienso en él? ¿Qué me importa? En la ternura del amanecer, su recuerdo me es grato como el alba. Y, gracias a Dios, él tiene una cuadra tibia y blanda como una cuna, amable como mi pensamiento.


NOSTALGIA

Platero, tú nos ves, ¿verdad?

¿Verdad que ves cómo se ríe en paz, clara y fría, el agua de la noria del huerto; cuál vuelan, en la luz última, las afanosas abejas en torno del romero verde y malva, rosa y oro por el sol que aún enciende la colina?

Platero, tú nos ves, ¿verdad?

¿Verdad que ves pasar por la cuesta roja de la Fuente vieja los borriquillos de las lavanderas, cansados, cojos, tristes en la inmensa pureza que une tierra y cielo en un solo cristal de esplendor?

Platero, tú nos ves, ¿verdad?

¿Verdad que ves a los niños corriendo arrebatados entre las jaras, que tienen posadas en sus ramas sus propias flores, liviano enjambre de vagas mariposas blancas, goteadas de carmín?

Platero, tú nos ves, ¿verdad?

Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero...



(Platero y yo de Juan Ramón Jiménez. Extracto)

1 comentario:

Juan Guerrero dijo...

Lo único que podría odiar de leer algo que ya leí, es que me quita tiempo de leer algo que desconozco.
Gracias, por Platero y por Jorge Díaz, me confieso por no haber entrado en tu espacio hace tanto, pero un reencuentro, siempre puede ser satisfactorio... (luminotecniaster@gmail.com)
Nos comunicamos
Juan