El flamenco es la verdad que brota de tu corazón’
Diego El Cigala es un gitano de 39 años. Ha llevado géneros tan distintos como la ópera, el
son y el bolero al tango y al flamenco.
Ana María Carvajal. Redactora
Ana María Carvajal. Redactora
Mi credo
“Creo en mi Señor bendito,
majestuoso, poderoso, eterno.
Todo lo dejo en sus manos”.
Diego tiene la mirada profunda de un gitano... Uno percibe que ve donde el resto de la gente no se atreve. Hablar con él es como abrir la puerta a un mundo distinto. Allí la vida se vive intensamente, con la misma fuerza si hay que disfrutarla como si hay que sufrirla.
La voz de El Cigala es tan fiel que no deja al duende flamenco ni en un bolero. Canta temas como Vete de mí o Lágrimas negras como una amalgama de culturas. Ahí está la fuente de su encanto.
¿Cuándo supo que cantaría para siempre?
Desde que tuve uso de razón, pero creo que desde el vientre de mi madre ya cantaba. Es que en mi casa se ha cantado toda la vida. Mi padre cantaba en los tablados con Camarón Torre Bermeja, mi madre es hermana de Rafael Farina, y yo me he criado en el ambiente del flamenco, lo tengo marcado.
¿Cómo era la niñez así, rodeada de flamencos?
Cuando mi padre iba a trabajar al tablao, yo iba con él a Los Canasteros o a Torre Bermeja... Tuve una infancia normal, me gustaba mucho el balón, la bici, pero cuando oía una guitarra flamenca dejaba de jugar y me ponía a escuchar también el cante; dicen que el artista nace y con el tiempo se hace.
¿Cuál era su lugar preferido de la casa para la música?
El patio. Han pasado muchas figuras por ahí. Llegaba mi padre de fiesta por la mañana, de los tablaos, con Camarón, con Huguito y muchos otros, y de chico me sentaba y decía, “yo quiero ser así”.
¿Qué hacía de El Rastro un barrio distinto al resto de los barrios de Madrid?
De ahí han salido muchas figuras reconocidas ¿eh?. Nuestro entorno era muy humilde y sin muchas pretensiones, pero allí había mucho arte. Te ibas a La Corrala, Al Rastro o a Vara del Rey y encontrabas un corro de gitanos y metías mano, era una locura..
Después de cantar para el baile de Farruco, Güito y otros bailaores, ¿cuándo decidió saltar al frente?
Mi lugar
“Tokio. Fui cuando tenía 14 años. Dije a mis papás que iría a Italia un mes, y me quedé seis”.Me aburrí de cantar para el baile y pensé que debía dar el paso adelante, pero no me resultó difícil. Tendría unos 25 años cuando dije: no voy a cantar más para bailar; y cuando lo haga que sea con un bailaor que me fascine, que muera con él, y que diga que vamos a hacer un espectáculo juntos... tendría que ser Farruquito.
¿Por qué él?
Ese es increíble. Lo ves una vez y te enamora, te cautiva, y lo quieres ver siempre. Te llena el alma. Es como un pequeño Houdini, que vuelve magia todo lo que coge. Cuando uno lo ve se le quitan las ganas de ver a otro más, con todo el respeto para los demás bailaores.
¿Cómo ha alimentado su carrera el salto a América?
¡Uyyy! Doy gracias a Dios, especialmente por ‘Lágrimas negras’, que empezó a abrirme las puertas del mundo entero y, sobre todo, de México, de mi Cuba Linda, de Colombia, de Ecuador, de Argentina, de Venezuela... Lo único que puedo es agradecer al público siempre por tener su cariño y respeto.
¿Qué es lo que más ha disfrutado de esta experiencia?
La mayor recompensa a mi trabajo ha sido conocer a Bebo Valdez (tocó el piano en ‘Lágrimas negras’). Luego la vida me ha puesto a otros personajes en La Habana como Guillermo Rubalcaba, Tata Güines o Changuito, los que han colaborado siempre. Claro, Reynaldo Cregh (de 90 años, fundador de la Vieja Trova Santiaguera) o Richard Galiano.
Un bolero en su voz suena a tradición de bolero y tradición de flamenco, ¿cómo logra que ambas vivan juntas?
No dejando de ser flamenco. La gracia, el duende y la enjundia está en hacer un bolero respetando de dónde viene. El bolero es tan sentido, tan nostálgico y tan desgarrador como el flamenco. Pero yo tengo demasiado respeto como para cantarlo como lo clásico, no me metería en ese campo.
¿Y cómo marca el límite?
Me gusta coger, por ejemplo, Corazón loco o Compasión y no dejar de sentir y de cantar flamenco. Esa es la cosa más bonita... y el día que no sea así, terminaré con el piano y volveré a mi guitarra.
¿Cómo escoge los temas?
Llegan. Yo no forzo la máquina. En ‘Dos lágrimas’, por ejemplo, fui a La Habana. En casa de un amigo, a las 05:00, con una borrachera tenaz, suena “compasión es lo único que siento yo por ti...” y yo dije, ¡hostia!, dame otra copa... y me tiré dos días escuchando eso, llorando, es tan bonito... como lo es Dos gardenias o Caruso...
Cuénteme de Caruso...
¿Quién iba a sospechar que yo lo llevaría al tango argentino, con flamenco en la voz y la melodía de Caruso? Era una rueda que me vino llegando, y en el estudio empezamos a crear. Llamé a Richard Galiano, entró este tío a la cabina, se metió 15minutos y salió después de grabar el bandoneón.
También está el flamenco puro y duro de ‘Picasso en mis ojos’, y está en camino otro con Tomatito, ¿de dónde surge la necesidad de indagar y luego volver a la raíz?
Es una necesidad natural, mental y espiritual... Hago cosas con el piano del bolero, porque me gusta, pero luego debo volver a mis ancestros, entrar a un estudio y meter la guitarra de Diego Morao, de Tomate, unos nudillos, unas palmas y cantar por seguiriya, soleá, taranto, alegrías, fandango... que vean al gitano que es flamenco al 100% y al gitano versátil.
El duende flamenco no se separa de usted entonces...
Nunca. Va conmigo, es vivencia, mi manera de sentir, mi manera de expresar la alegría, la tristeza, los ratos bajos, los altos... todo.
¿Cómo definiría al duende del flamenco? ¿Qué hace que el flamenco sea tan nostálgico y apasionado como es?
Es música verdadera. La verdad de lo que brota de tu corazón.
¿Y cuál es su verdad?
Ahora mi verdad es la felicidad, aunque viva en tiempos oscuros, difíciles, de guerra y de mucha maldad. Lo que quiero dar a la gente es una buena dosis de música, que eso amansa a las fieras. Si la gente que está destruyendo el planeta puede escuchar a Diego El Cigala y se puede tranquilizar, pues bendito sea Dios.
¿La tradición continúa en su casa, con sus hijos?
Sí, esta es la primera gira de Rafaelito. Le gusta mucho cantar y creo que es por lo que te digo: se nace, y él nació artista. Su pose para cantar, se sabe todo el disco ‘Dos lágrimas’, te lo canta de pe a pa, con apenas 2 años,... ellos son mi fuerza, mi baluarte, mis pilares.
¿En qué difiere cantar en un tablao a cantar en un teatro?
Canto igual, le pongo la misma gana. Pero no es lo mismo cuando te metes en un cuarto de cabales con cuatro flamencos que ya te conocen y que se ponen a hacer nudillos y palmas a que te metas en un teatro y cantes tú y te escuchen. Pero a ese público que te escucha por poquitas veces y no entiende qué es una soleá, igual se le erizan los vellos... eso para mí es lo más importante: misión cumplida.
Su vida EN 15 LÍNEAS
Diego Ramón Jiménez Salazar nació en Madrid, en 1968. Está casado y tiene dos hijos: Diego de 10 años y Rafael, de 2. Dice que no fue Camarón quien lo llamó El Cigala, sino los hermanos Losada (guitarristas). “Decían: mira este niño que no para, que es una cigala, que se mueve más que el desprecio.... y yo me enfadaba con ellos, pero luego me gustó. Dije estoy dentro del mundo de los crustáceos, Camarón, Cigala...”.
El duende flamenco es una herencia casi genética
Tan difícil como encontrar en dónde nació el pueblo gitano y por qué se volvió un conjunto de ciudadanos del mundo es encontrar el origen del flamenco. Es una tarea complicada, tanto como la que afronta un neófito en el género al tratar de diferenciar una soleá de una seguiriya, un tango de una toná o un fandango de un mirabrás.
Pero lo cierto es que el flamenco es mucho más fácil de entender si se mira desde dentro. Así lo sienten, por ejemplo, los gitanos que han visitado el Ecuador: todos claros ejemplos de lo que una tradición logra en una familia.
Está el caso, por citar alguno, del afamado bailaor Farruquito. Él es el patriarca de lo que algunos han llamado ‘la dinastía Farruca’. Tiene cerca de 25 años y ha girado por el mundo junto a su familia. Su hermano, su abuela, su madre, sus primos... todos intervienen en su espectáculo. No importa si es un tablao o un teatro cualquiera.
Él baila como lo aprendió de su abuelo, Farruco, uno de los más recordados y admirados bailaores de España.
Para patriarcas mayores, como Tito Losada, su música le ha servido para afrontar la responsabilidad de guiar a su gente.
Su grupo Tito Losada y Compañía va de ciudad en ciudad para presentar espectáculos como La misa flamenca, uno de los actos más aclamados por la crítica internacional en los últimos años.
Si nació en Andalucía y si es un conjunto de herencias africanas, judías, moriscas, castellanas y americanas no es lo que hace del flamenco un género tan aclamado. Para sus protagonistas, la clave está en la pasión que cada gitano pone cuando canta, baila, toca o compone sus temas.
Y para familias de tradición como la de Antonio Canales, Antonio El Pipa, Daniel Peña Dorantes, El Cigala, Farruquito, Paco de Lucía o Tomatito su permanencia entre su pueblo y su crecimiento en el mundo va más allá de la herencia cultural.
Se trata, dicen, de algo con lo que nacen, que les viene en la sangre, y, sobre todo, en el alma.
En una entrevista con este Diario, en diciembre del 2005, Farruquito habló sobre el tema. A la pregunta de qué implica ser un flamenco, respondió: “Es difícil de decir. Para mí el ser flamenco es lo mismo que ser persona y ser gitano. Soy gitano porque soy, y me siento orgulloso de eso. Bailando sí puedo explicar algo más.” AMC
Desde que tuve uso de razón, pero creo que desde el vientre de mi madre ya cantaba. Es que en mi casa se ha cantado toda la vida. Mi padre cantaba en los tablados con Camarón Torre Bermeja, mi madre es hermana de Rafael Farina, y yo me he criado en el ambiente del flamenco, lo tengo marcado.
¿Cómo era la niñez así, rodeada de flamencos?
Cuando mi padre iba a trabajar al tablao, yo iba con él a Los Canasteros o a Torre Bermeja... Tuve una infancia normal, me gustaba mucho el balón, la bici, pero cuando oía una guitarra flamenca dejaba de jugar y me ponía a escuchar también el cante; dicen que el artista nace y con el tiempo se hace.
¿Cuál era su lugar preferido de la casa para la música?
El patio. Han pasado muchas figuras por ahí. Llegaba mi padre de fiesta por la mañana, de los tablaos, con Camarón, con Huguito y muchos otros, y de chico me sentaba y decía, “yo quiero ser así”.
¿Qué hacía de El Rastro un barrio distinto al resto de los barrios de Madrid?
De ahí han salido muchas figuras reconocidas ¿eh?. Nuestro entorno era muy humilde y sin muchas pretensiones, pero allí había mucho arte. Te ibas a La Corrala, Al Rastro o a Vara del Rey y encontrabas un corro de gitanos y metías mano, era una locura..
Después de cantar para el baile de Farruco, Güito y otros bailaores, ¿cuándo decidió saltar al frente?
Mi lugar
“Tokio. Fui cuando tenía 14 años. Dije a mis papás que iría a Italia un mes, y me quedé seis”.Me aburrí de cantar para el baile y pensé que debía dar el paso adelante, pero no me resultó difícil. Tendría unos 25 años cuando dije: no voy a cantar más para bailar; y cuando lo haga que sea con un bailaor que me fascine, que muera con él, y que diga que vamos a hacer un espectáculo juntos... tendría que ser Farruquito.
¿Por qué él?
Ese es increíble. Lo ves una vez y te enamora, te cautiva, y lo quieres ver siempre. Te llena el alma. Es como un pequeño Houdini, que vuelve magia todo lo que coge. Cuando uno lo ve se le quitan las ganas de ver a otro más, con todo el respeto para los demás bailaores.
¿Cómo ha alimentado su carrera el salto a América?
¡Uyyy! Doy gracias a Dios, especialmente por ‘Lágrimas negras’, que empezó a abrirme las puertas del mundo entero y, sobre todo, de México, de mi Cuba Linda, de Colombia, de Ecuador, de Argentina, de Venezuela... Lo único que puedo es agradecer al público siempre por tener su cariño y respeto.
¿Qué es lo que más ha disfrutado de esta experiencia?
La mayor recompensa a mi trabajo ha sido conocer a Bebo Valdez (tocó el piano en ‘Lágrimas negras’). Luego la vida me ha puesto a otros personajes en La Habana como Guillermo Rubalcaba, Tata Güines o Changuito, los que han colaborado siempre. Claro, Reynaldo Cregh (de 90 años, fundador de la Vieja Trova Santiaguera) o Richard Galiano.
Un bolero en su voz suena a tradición de bolero y tradición de flamenco, ¿cómo logra que ambas vivan juntas?
No dejando de ser flamenco. La gracia, el duende y la enjundia está en hacer un bolero respetando de dónde viene. El bolero es tan sentido, tan nostálgico y tan desgarrador como el flamenco. Pero yo tengo demasiado respeto como para cantarlo como lo clásico, no me metería en ese campo.
¿Y cómo marca el límite?
Me gusta coger, por ejemplo, Corazón loco o Compasión y no dejar de sentir y de cantar flamenco. Esa es la cosa más bonita... y el día que no sea así, terminaré con el piano y volveré a mi guitarra.
¿Cómo escoge los temas?
Llegan. Yo no forzo la máquina. En ‘Dos lágrimas’, por ejemplo, fui a La Habana. En casa de un amigo, a las 05:00, con una borrachera tenaz, suena “compasión es lo único que siento yo por ti...” y yo dije, ¡hostia!, dame otra copa... y me tiré dos días escuchando eso, llorando, es tan bonito... como lo es Dos gardenias o Caruso...
Cuénteme de Caruso...
¿Quién iba a sospechar que yo lo llevaría al tango argentino, con flamenco en la voz y la melodía de Caruso? Era una rueda que me vino llegando, y en el estudio empezamos a crear. Llamé a Richard Galiano, entró este tío a la cabina, se metió 15minutos y salió después de grabar el bandoneón.
También está el flamenco puro y duro de ‘Picasso en mis ojos’, y está en camino otro con Tomatito, ¿de dónde surge la necesidad de indagar y luego volver a la raíz?
Es una necesidad natural, mental y espiritual... Hago cosas con el piano del bolero, porque me gusta, pero luego debo volver a mis ancestros, entrar a un estudio y meter la guitarra de Diego Morao, de Tomate, unos nudillos, unas palmas y cantar por seguiriya, soleá, taranto, alegrías, fandango... que vean al gitano que es flamenco al 100% y al gitano versátil.
El duende flamenco no se separa de usted entonces...
Nunca. Va conmigo, es vivencia, mi manera de sentir, mi manera de expresar la alegría, la tristeza, los ratos bajos, los altos... todo.
¿Cómo definiría al duende del flamenco? ¿Qué hace que el flamenco sea tan nostálgico y apasionado como es?
Es música verdadera. La verdad de lo que brota de tu corazón.
¿Y cuál es su verdad?
Ahora mi verdad es la felicidad, aunque viva en tiempos oscuros, difíciles, de guerra y de mucha maldad. Lo que quiero dar a la gente es una buena dosis de música, que eso amansa a las fieras. Si la gente que está destruyendo el planeta puede escuchar a Diego El Cigala y se puede tranquilizar, pues bendito sea Dios.
¿La tradición continúa en su casa, con sus hijos?
Sí, esta es la primera gira de Rafaelito. Le gusta mucho cantar y creo que es por lo que te digo: se nace, y él nació artista. Su pose para cantar, se sabe todo el disco ‘Dos lágrimas’, te lo canta de pe a pa, con apenas 2 años,... ellos son mi fuerza, mi baluarte, mis pilares.
¿En qué difiere cantar en un tablao a cantar en un teatro?
Canto igual, le pongo la misma gana. Pero no es lo mismo cuando te metes en un cuarto de cabales con cuatro flamencos que ya te conocen y que se ponen a hacer nudillos y palmas a que te metas en un teatro y cantes tú y te escuchen. Pero a ese público que te escucha por poquitas veces y no entiende qué es una soleá, igual se le erizan los vellos... eso para mí es lo más importante: misión cumplida.
Su vida EN 15 LÍNEAS
Diego Ramón Jiménez Salazar nació en Madrid, en 1968. Está casado y tiene dos hijos: Diego de 10 años y Rafael, de 2. Dice que no fue Camarón quien lo llamó El Cigala, sino los hermanos Losada (guitarristas). “Decían: mira este niño que no para, que es una cigala, que se mueve más que el desprecio.... y yo me enfadaba con ellos, pero luego me gustó. Dije estoy dentro del mundo de los crustáceos, Camarón, Cigala...”.
El duende flamenco es una herencia casi genética
Tan difícil como encontrar en dónde nació el pueblo gitano y por qué se volvió un conjunto de ciudadanos del mundo es encontrar el origen del flamenco. Es una tarea complicada, tanto como la que afronta un neófito en el género al tratar de diferenciar una soleá de una seguiriya, un tango de una toná o un fandango de un mirabrás.
Pero lo cierto es que el flamenco es mucho más fácil de entender si se mira desde dentro. Así lo sienten, por ejemplo, los gitanos que han visitado el Ecuador: todos claros ejemplos de lo que una tradición logra en una familia.
Está el caso, por citar alguno, del afamado bailaor Farruquito. Él es el patriarca de lo que algunos han llamado ‘la dinastía Farruca’. Tiene cerca de 25 años y ha girado por el mundo junto a su familia. Su hermano, su abuela, su madre, sus primos... todos intervienen en su espectáculo. No importa si es un tablao o un teatro cualquiera.
Él baila como lo aprendió de su abuelo, Farruco, uno de los más recordados y admirados bailaores de España.
Para patriarcas mayores, como Tito Losada, su música le ha servido para afrontar la responsabilidad de guiar a su gente.
Su grupo Tito Losada y Compañía va de ciudad en ciudad para presentar espectáculos como La misa flamenca, uno de los actos más aclamados por la crítica internacional en los últimos años.
Si nació en Andalucía y si es un conjunto de herencias africanas, judías, moriscas, castellanas y americanas no es lo que hace del flamenco un género tan aclamado. Para sus protagonistas, la clave está en la pasión que cada gitano pone cuando canta, baila, toca o compone sus temas.
Y para familias de tradición como la de Antonio Canales, Antonio El Pipa, Daniel Peña Dorantes, El Cigala, Farruquito, Paco de Lucía o Tomatito su permanencia entre su pueblo y su crecimiento en el mundo va más allá de la herencia cultural.
Se trata, dicen, de algo con lo que nacen, que les viene en la sangre, y, sobre todo, en el alma.
En una entrevista con este Diario, en diciembre del 2005, Farruquito habló sobre el tema. A la pregunta de qué implica ser un flamenco, respondió: “Es difícil de decir. Para mí el ser flamenco es lo mismo que ser persona y ser gitano. Soy gitano porque soy, y me siento orgulloso de eso. Bailando sí puedo explicar algo más.” AMC
2 comentarios:
Francisca, me dan ganas de darte las gracias, como si yo fuera el representante del flamenco en el mundo. ¡Nada mas lejano!
Me gusta esa afición tuya, esa sabiduría para elegir el buen flamenco como si hubieras nacido en el barrio de Triana, o en los aledaños del Sacromonte o en las bodegas de Jerez.
Gracias aunque no lo sea
¿sabes Juan? es al flamenco al que hay que darle las gracias porque no sólo llega al corazón y produce emociones, sino que es capaz de traspasar fronteras y distancias. Con sus sonidos puede aunar a las personas aunque no hayan nacido en Triana o en Jerez ni hayan jamás pisado esos lugares. El flamenco es magia y la magia todo lo puede.
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