me alegra tanto saber que mi sobrino Francisco (Pacho), que cuando fueron detenidos y desaparecidos los hermanos Restrepo tenía un año, ahora está preocupado del tema, tiene opinión y reclama contra el hecho. Me gusta su forma de ser, desde chiquito siempre tan preocupado de cuanto sucede en el mundo que le rodea y más alla, lleno de inquietudes, iniciativas, ávido lector y loco por el cine y el rock y que creció con la tecnología, curioso como su papá, mi hermano Vico, aprendiendo de computadores y de animación. Bello por fuera y por dentro, sonriente, espontáneo y cariñoso con los abuelos.
Mi Laura nunca está ajena y el inquieto Pablo tampoco. Ella desde la música, la danza, el trapecio de circo, la artesanía y ahora desde su maternidad del pequeño Amaru que seguirá sin duda sus pasos; y Pablo desde sus juego de computación, de chiquito con su locura por los (dino) saurios, su corazón de poeta cuando leía sus poemas por radio , siempre sabedor de todo, siempre con opinión. Estarán presentes en el homenaje a los Hnos. Restrepo, de eso no tengo dudas y quien sabe si en algún escenario. Es que es imposible que estén ausentes si son hijos de la silenciosa, dulce y siempre tan terrena Carmen, la hermana de las manos mágicas que lo transforma todo en algo bello, la que sabe como se hace a la perfección desde el pan más básico y rico, pasando por todo tipo de delicias, cruzando por la artesanía hasta llegar a la pátina más compleja y que entiende de todo sin necesidad de recurrir a grandes textos. También tienen esa curiosidad e inquietud de Roberto que desde la música está presente en todo
Las más chiquitas, Avelina en sus seis años, reflexiva, racional y dueña de una dulzura inmensa y Rebeca de ojos bailarines con sus inquietos y sabelotodo tres ya pintan para estar y entender de todo. Vico y Vero saben como guiarlas desde ese cuidado por la vida y por el estar vivos que sólo ellos saben. Avelina no tengo dudas que seguirá por el camino de la defensa del medio ambiente, de la reflexión y Rebeca igual pero me la imagino en la tecnología, los aparatos porque sus pañales iban a la par con los computadores de mi ñaño, y por la curiosidad que le caracteriza.
Y está la pequeñita Alegría que llegó cuando todos estabamos recién entendiendo la tristeza y que crecerá en dos idiomas pero con la serenidad de su madre, la sabia Vigi, la bella y tierna Virgina, mi hermana que tiene a su angelito Ana Raquel de compañera, que me enseñó que es mejor vivir el día a día sin angustiarse por lo que vendrá, disfrutando lo simple, lo sencillo y lo que trae el hoy; acompañada de su Diego pilar, simpatía y empuje. A Alegría ¿le tocará la estética, el arte, la armonía? aunque parece que también los motores y la fuerza, esa heredada de mi ñaña Tocha que va en los gestos, en los movimientos y el saber enfrentar la vida.
Son muchas, muchísimas las veces que siento que mis hijas no estén presentes y cercanas a esta hermosa familia, insertas en lo cotidiano, en las reuniones de los domingos al almuerzo, de los fines de semana en Puembo; siento que no hayan recorrido las calles del pueblo de casas viejas, de plaza, que no hayan conocido como nosotros el arriba de las verjas y los frutos de los vecinos. De chicas año a año no fallaron ni uno y eso les permitió participar de las conversaciones, de las historias y los dibujos del abuelo, de los mimos y ternura junto al sonido del piano de la abuela; de los paseos a Puembo y a Quichinche. Pero igual siento que se hayan perdido en presencia esa historia profunda, unida, de tradiciones y ritos, de cariños sin límites, de tristezas y alegrías.
Ellas han vivido otra historia y lo que pasa en este país no les es ajeno, tampoco lo que pasa allá. Son partícipes de este país pero siempre siguen los procesos de el otro, también de ellas. Son y se sienten tan ecuatorianas como chilenas. Me alegra que se sienten también ecuatorianas, que estén empadronadas y voten, pero sobretodo que sientan esa identidad de famila y aunque en la distancia, han estado en todos los sucesos y tienen una preciosa relación con sus primos, sus abuelos y tíos, con una complicidad y un cariño que supera todos los kilómetros y los espacios.
Tienen dos familias, dos mundos. Acá una pequeña y entrañable familia en la que ellas son apenas la tercera generación, con un tata y una nona que suenan a descendencia de inmigrantes, que siempre nos han regalado cariño, cuidado y preocupación y me incluyo, porque nunca me han dejado de lado y porque han sido incondicionales míos desde el primer día, siempre cercanos a padres más que a suegros. Y allá una grande, extensa, unida y presente familia ecuatoriana que aun peleando contra las distancias y la cercanías de cada año cuando chicas y más distanciadas ahora, son una parte importante de sus vidas.
Todo esto viene de mi querido dóctor, mi papá regalador de abrazos, de dibujos, de maderas, de taller y muebles tallados de caoba, de periódico y anécdotas y de historias, de consecuencia, sencillez y sabiduría y de la mamita dulce, sabia amorosa, tierna llena de música, de sonidos de piano y Chopin, de la mano perfecta en la cocina y la lectura ávida de cada día o como diría el dóctor "tu mamá, sólo lee".
Pero viene de más atrás aun, de PapaPepe y su amor a la historia y a todo cuanto ocurría en el mundo y en el país, que vivió cuatro meses menos de un siglo y se mantuvo lúcido hasta el final, que me enseñó a leer y a escribir y me habló de Chile y sus procesos, de socialismos y sueños bolivarianos, de la revolución alfarista y de derechos humanos, valores compartidos con la Pelita, la Abuelita Eloísa que cocinaba como debía ser, llena de sabores y que miraba desde su máquina de escribir y me festejaba el activismo, que era rigurosa con la lectura, el idioma y la pronunciación. Y por supuesto también de la Lele, esa mi segunda mamá, "mi ñaña" como le dice mi mamá, que ama el cine, el ballet y la ópera y con la que puedo tener largas conversaciones sobre esos temas y otros más y del tio Pepe, mi tiito, que le jugaba poker con mi Coni a los ocho años asumiéndose perdedor y que le hacía reir a mi Flori, el que me enseñó de flamenco, de tango y de toros y de sabores.
Pero también viene de la abue Carmen que contaba de la revolución liberal y del marido de la tía Rosita que combatió con Alfaro, que supo solita criar cuatro hijos sin nada y con todo el amor del mundo, que los paró frente al mundo e hizo personas conscientes y útiles, sencillas, humildes y sabias. La recuerdo siempre tejiendo, bien peinada, con manos hábiles, creativas, de uñas perfectas, de risa alegre, de olor a manzanilla y miel y diciendome "mija". Nada pasaba sin que ella lo supiera y diera su opinión, nada podía ser sin su palabra. Ella fue el centro, le dejó el relevo a mi papá. Era el pilar de una gran familia que cuando se fue a los 99, tenía más de 80 personas.
¿Será que el pensar en los hermanos que le fueron arrebatados a una familia me ha hecho pensar y recordar a la mía?
Alegría, Avelina y Rebeca
Mi Laura nunca está ajena y el inquieto Pablo tampoco. Ella desde la música, la danza, el trapecio de circo, la artesanía y ahora desde su maternidad del pequeño Amaru que seguirá sin duda sus pasos; y Pablo desde sus juego de computación, de chiquito con su locura por los (dino) saurios, su corazón de poeta cuando leía sus poemas por radio , siempre sabedor de todo, siempre con opinión. Estarán presentes en el homenaje a los Hnos. Restrepo, de eso no tengo dudas y quien sabe si en algún escenario. Es que es imposible que estén ausentes si son hijos de la silenciosa, dulce y siempre tan terrena Carmen, la hermana de las manos mágicas que lo transforma todo en algo bello, la que sabe como se hace a la perfección desde el pan más básico y rico, pasando por todo tipo de delicias, cruzando por la artesanía hasta llegar a la pátina más compleja y que entiende de todo sin necesidad de recurrir a grandes textos. También tienen esa curiosidad e inquietud de Roberto que desde la música está presente en todo
Las más chiquitas, Avelina en sus seis años, reflexiva, racional y dueña de una dulzura inmensa y Rebeca de ojos bailarines con sus inquietos y sabelotodo tres ya pintan para estar y entender de todo. Vico y Vero saben como guiarlas desde ese cuidado por la vida y por el estar vivos que sólo ellos saben. Avelina no tengo dudas que seguirá por el camino de la defensa del medio ambiente, de la reflexión y Rebeca igual pero me la imagino en la tecnología, los aparatos porque sus pañales iban a la par con los computadores de mi ñaño, y por la curiosidad que le caracteriza.
Y está la pequeñita Alegría que llegó cuando todos estabamos recién entendiendo la tristeza y que crecerá en dos idiomas pero con la serenidad de su madre, la sabia Vigi, la bella y tierna Virgina, mi hermana que tiene a su angelito Ana Raquel de compañera, que me enseñó que es mejor vivir el día a día sin angustiarse por lo que vendrá, disfrutando lo simple, lo sencillo y lo que trae el hoy; acompañada de su Diego pilar, simpatía y empuje. A Alegría ¿le tocará la estética, el arte, la armonía? aunque parece que también los motores y la fuerza, esa heredada de mi ñaña Tocha que va en los gestos, en los movimientos y el saber enfrentar la vida.
Son muchas, muchísimas las veces que siento que mis hijas no estén presentes y cercanas a esta hermosa familia, insertas en lo cotidiano, en las reuniones de los domingos al almuerzo, de los fines de semana en Puembo; siento que no hayan recorrido las calles del pueblo de casas viejas, de plaza, que no hayan conocido como nosotros el arriba de las verjas y los frutos de los vecinos. De chicas año a año no fallaron ni uno y eso les permitió participar de las conversaciones, de las historias y los dibujos del abuelo, de los mimos y ternura junto al sonido del piano de la abuela; de los paseos a Puembo y a Quichinche. Pero igual siento que se hayan perdido en presencia esa historia profunda, unida, de tradiciones y ritos, de cariños sin límites, de tristezas y alegrías.
Ellas han vivido otra historia y lo que pasa en este país no les es ajeno, tampoco lo que pasa allá. Son partícipes de este país pero siempre siguen los procesos de el otro, también de ellas. Son y se sienten tan ecuatorianas como chilenas. Me alegra que se sienten también ecuatorianas, que estén empadronadas y voten, pero sobretodo que sientan esa identidad de famila y aunque en la distancia, han estado en todos los sucesos y tienen una preciosa relación con sus primos, sus abuelos y tíos, con una complicidad y un cariño que supera todos los kilómetros y los espacios.
Tienen dos familias, dos mundos. Acá una pequeña y entrañable familia en la que ellas son apenas la tercera generación, con un tata y una nona que suenan a descendencia de inmigrantes, que siempre nos han regalado cariño, cuidado y preocupación y me incluyo, porque nunca me han dejado de lado y porque han sido incondicionales míos desde el primer día, siempre cercanos a padres más que a suegros. Y allá una grande, extensa, unida y presente familia ecuatoriana que aun peleando contra las distancias y la cercanías de cada año cuando chicas y más distanciadas ahora, son una parte importante de sus vidas.
Todo esto viene de mi querido dóctor, mi papá regalador de abrazos, de dibujos, de maderas, de taller y muebles tallados de caoba, de periódico y anécdotas y de historias, de consecuencia, sencillez y sabiduría y de la mamita dulce, sabia amorosa, tierna llena de música, de sonidos de piano y Chopin, de la mano perfecta en la cocina y la lectura ávida de cada día o como diría el dóctor "tu mamá, sólo lee".
Pero viene de más atrás aun, de PapaPepe y su amor a la historia y a todo cuanto ocurría en el mundo y en el país, que vivió cuatro meses menos de un siglo y se mantuvo lúcido hasta el final, que me enseñó a leer y a escribir y me habló de Chile y sus procesos, de socialismos y sueños bolivarianos, de la revolución alfarista y de derechos humanos, valores compartidos con la Pelita, la Abuelita Eloísa que cocinaba como debía ser, llena de sabores y que miraba desde su máquina de escribir y me festejaba el activismo, que era rigurosa con la lectura, el idioma y la pronunciación. Y por supuesto también de la Lele, esa mi segunda mamá, "mi ñaña" como le dice mi mamá, que ama el cine, el ballet y la ópera y con la que puedo tener largas conversaciones sobre esos temas y otros más y del tio Pepe, mi tiito, que le jugaba poker con mi Coni a los ocho años asumiéndose perdedor y que le hacía reir a mi Flori, el que me enseñó de flamenco, de tango y de toros y de sabores.
Pero también viene de la abue Carmen que contaba de la revolución liberal y del marido de la tía Rosita que combatió con Alfaro, que supo solita criar cuatro hijos sin nada y con todo el amor del mundo, que los paró frente al mundo e hizo personas conscientes y útiles, sencillas, humildes y sabias. La recuerdo siempre tejiendo, bien peinada, con manos hábiles, creativas, de uñas perfectas, de risa alegre, de olor a manzanilla y miel y diciendome "mija". Nada pasaba sin que ella lo supiera y diera su opinión, nada podía ser sin su palabra. Ella fue el centro, le dejó el relevo a mi papá. Era el pilar de una gran familia que cuando se fue a los 99, tenía más de 80 personas.
¿Será que el pensar en los hermanos que le fueron arrebatados a una familia me ha hecho pensar y recordar a la mía?
Alegría, Avelina y Rebeca
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